La habilidad de la autora para imprimir un ritmo narrativo muy ágil y manejar con eficacia una tensión creciente, hacen que esta historia de acoso se lea casi como una novela de suspense, de un tirón hasta llegar al alivio del desenlace. Los trabajados personajes hacen sólido un argumento en el que la sutileza del acoso –casi invisible a los ojos de los demás–, su violencia soterrada, lo hace aún más escalofriante. De fondo se percibe una señal de alerta necesaria, para que nadie baje la guardia ante los abusos y, sobre todo, para no caer en la tentación de mirar hacia otro lado.
La habilidad de la autora para imprimir un ritmo narrativo muy ágil y manejar con eficacia una tensión creciente, hacen que esta historia de acoso se lea casi como una novela de suspense, de un tirón hasta llegar al alivio del desenlace. Los trabajados personajes hacen sólido un argumento en el que la sutileza del acoso –casi invisible a los ojos de los demás–, su violencia soterrada, lo hace aún más escalofriante. De fondo se percibe una señal de alerta necesaria, para que nadie baje la... Seguir leyendo
Sé que estás allí
Los chicos que caminaban hacia la escuela desde todas direcciones tenían la piel tostada, la marcha briosa y, en las risas, restos de vacaciones y holgazanería feliz. El sol de marzo todavía calentaba, pero las hojas de los fresnos que bordeaban la calle amarilleaban. Se aproximaba el fin del verano.Ernesto Moncada detuvo el auto a una calle de la escuela porque no le gustaban las contravenciones –estacionar en doble fila, aunque fuera por un minuto, seguía siendo una infracción, después de todo–. Les recordó a sus hijos, Rosendo y Marianela, que tendrían que volver solos a casa porque tendría un día complicado en el banco.