El espíritu de los hielos
En el puerto de Nuuk, la pequeña capital de Groenlandia, los barcos reposaban inactivos sobre las frías aguas. El sol no se había puesto todavía. En aquella época del año, una luz tenue, pero molesta, se prolongaba hasta más allá de la medianoche. Era el lago día polar del solsticio de verano. El viejo puerto natural, como cualquier otro centro mercante de las costas árticas, acusaba la intensa actividad humana. Sin embargo, en aquellas horas del atardecer, el silencio se adueñaba de las inmensas grúas y nada estorbaba a las ratas que se deslizaban entre los contenedores para alcanzar los silos de grano.