La soledad y la necesidad de afecto de tantas personas mayores se vislumbra detrás de esta entrañable e imaginativa tía Yeska, que encuentra un sobrino «postizo» igualmente ávido de compañía y afecto. Una gran suerte para ambos, que disfrutan a fondo de una relación plenamente gratificante en la que la anciana es quien sorprende al niño aportando el toque divertido y extravagante, aunque sin forzar los límites de la realidad, que suele asociarse más bien con la mentalidad infantil.
La soledad y la necesidad de afecto de tantas personas mayores se vislumbra detrás de esta entrañable e imaginativa tía Yeska, que encuentra un sobrino «postizo» igualmente ávido de compañía y afecto. Una gran suerte para ambos, que disfrutan a fondo de una relación plenamente gratificante en la que la anciana es quien sorprende al niño aportando el toque divertido y extravagante, aunque sin forzar los límites de la realidad, que suele asociarse más bien con la mentalidad infantil.
Tía Yeska
El cielo es seda azul. Las nubes son borlas blancas.
Es la época de los vilanos.
Fabián está apoyado en la puerta del jardín y envía, soplando, diminutos paracaídas al aire.
Entonces pasa una señora de nariz larga y bucles rubios, que lleva en la mano un paraguas de color verde rana.
Se detiene para ver soplar y soplar a Fabián.
Por fin pregunta:
–¿Me dejas probar?
–¡Te regalo uno! –dice Fabián y, por encima de la puerta, le da su último vilano.