Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia
Esta historia, como todas las historias, puede empezar a contarse de muchas maneras. Podría empezar a contarla por el principio del todo, es decir, por la primera vez que oí la palabra Varsovia y su sonido suave y profundo acarició mi imaginación. La faena es que no me acuerdo de cuándo ni cómo ocurrió eso. Debió ser en el colegio, en clase de Geografía, o quizá en la tele, por cualquier noticia que algún día viniera de allí. También podría empezar a contar por el final, por el momento en que Varsovia dejó de ser una simple palabra y se convirtió para siempre en una especie de música encantada. De esto sí que me acuerdo.