Loco como un pájaro
La madre empezó a lavar los platos sin haber terminado aún de comer el último bocado de pan. Irénée fijó los ojos en Chip cuando éste empujó la silla y salió cerrando, quizá demasiado fuerte, la puerta tras él. Irénée permaneció inmóvil durante algunos segundos; incluso sus mandíbulas se paralizaron. Su rostro no dejaba traslucir lo que estaba pensando. Sus ojos, gris pálido, aparecían inexpresivos, como de costumbre. Volvió a masticar.