Mágico sur
La casa era amplia, forrada con planchas de cinc, con ventanas de guillotina y una mampara fresca con una pequeña mano cuajada de anillos para golpear. Cuando era niño me preguntaba siempre de quién sería aquella mano femenina que empuñaba una bola de metal… Cuando venían las visitas, desde las habitaciones del fondo, en el segundo piso, oíamos los golpes discretos, a los que seguía un eco lejano.