Daniel sufrió un accidente a los siete años, en el que murió su madre. A los trece, para huir de la realidad, se cree un caballero andante. Su amada, Dulceanís, es una chica llamada Mariángeles. Se hace amigo de Álex, el hermano de la chica y lo convence para que sea su escudero. Álex, que no tiene amigos y se aburre, acepta y se embarcan en unas locas peripecias de las que suelen salir mal parados. Un día, Daniel se escapa de casa en busca de aventuras y regresa bastante maltrecho. Ambos se van una noche en busca de Mariángeles, que se encuentra en una casa de campo con unos amigos. Cuando llegan allí, se produce una pelea y el novio de la chica le da una paliza a Daniel. Al final, este recupera el juicio y consigue que Mariángeles lo mire con afecto. La amistad entre Daniel y Álex se consolida.
La novela pretende hacer un paralelismo entre el adolescente Daniel y Don Quijote. Viven aventuras semejantes en otro contexto espacio-temporal. Usa un lenguaje que pretende imitar al del caballero andante.
Daniel sufrió un accidente a los siete años, en el que murió su madre. A los trece, para huir de la realidad, se cree un caballero andante. Su amada, Dulceanís, es una chica llamada Mariángeles. Se hace amigo de Álex, el hermano de la chica y lo convence para que sea su escudero. Álex, que no tiene amigos y se aburre, acepta y se embarcan en unas locas peripecias de las que suelen salir mal parados. Un día, Daniel se escapa de casa en busca de aventuras y regresa bastante maltrecho. Ambos se van una noche en busca de... Seguir leyendo
El caballero del océano Antártico
En Valencia, cerca del río, en un bloque de pisos como hay tantos en la ciudad, vivía un muchacho de unos trece años, hijo único, de aquellos que llevan gafas, de piernas zancudas, delgadas mejillas y escasa musculatura. Su nombre era Daniel. Este muchacho de alma noble vivía con su padre, viudo desde hacía seis años, siempre ocupado con sus quehaceres, y con una tía soltera, Inmaculada, que trabajaba como traductora de alemán. La madre de Daniel había muerto en un accidente de coche, y a su hijo, que viajaba con ella, le había quedado la secuela de dos heridas: una era la cicatriz de una quemadura en la pierna izquierda, muy visible; la otra se escondía en los pliegues de su memoria.