Quizá sean la incomunicación y la imposibilidad de establecer verdaderos lazos de afecto dos de los elementos constitutivos de la tardomodernidad, con raíces bien ancladas en toda una ‘filosofía de la sospecha’ que enuncia el malestar del feliz individuo que había soñado la Ilustración y anuncia el vaciamiento de sentido que tendrá como máxima expresión la cultura nihilista de fines del XIX que, con sus variantes, llega hasta nosotros, por ejemplo, a través de una novela como la escrita por Carolina Sanín. La autora retoma un asunto común en literatura, la maternidad inesperada, que a la protagonista de la novela le llega con el rostro de un pequeño que no ha cumplido aún siete años y del que en ningún momento se nos explica de dónde viene ni qué pretende. Laura, la insulsa protagonista, es una mujer de existencia anodina y rutinaria que ha hecho de la soledad y el aislamiento una opción de vida; sin embargo, acoge sin aparente dificultad al pequeño cuando éste llega a su casa. Pero habitar un espacio común no siempre significa compartir la vida ni las emociones que se le suponen, como pronto comprobará el lector, que asistirá con desconcierto al desarrollo de una extraña y perturbadora forma de ejercer la maternidad. Interesante.
Quizá sean la incomunicación y la imposibilidad de establecer verdaderos lazos de afecto dos de los elementos constitutivos de la tardomodernidad, con raíces bien ancladas en toda una ‘filosofía de la sospecha’ que enuncia el malestar del feliz individuo que había soñado la Ilustración y anuncia el vaciamiento de sentido que tendrá como máxima expresión la cultura nihilista de fines del XIX que, con sus variantes, llega hasta nosotros, por ejemplo, a través de una novela... Seguir leyendo
Los niños
Laura Romero oyó que la mujer que cuidaba los carros frente al supermercado le ofrecía un niño. Oyó que le decía: Le tengo al niño. Pero Laura no sabía si la mujer sí cuidaba los carros. Sabía que, después de hacer la compra, le daba una limosna como si le pagara un trabajo y que nunca se le había perdido el carro. Quizá eso se debía a que lo dejaba allí en horas de luz y mucho tránsito, pero también era imaginable que la mujer tuviera influencia sobre los ladrones. Que fuera su madre, por ejemplo.