Las conversaciones entre la protagonista y la convaleciente Sor Liliana esconden una insólita guía de viaje: de Salamanca a Puerto Rico, de los bares de Ópera a los templos más sofisticados, de la frialdad carcelaria a las fiestas exclusivas de la alta sociedad. Sus páginas están impregnadas de los recuerdos más sinceros de una mujer, con múltiples identidades, cuya biografía aparece trufada de momentos sombríos en los que ha jugado a las cartas con la muerte. Historias de robos, engaños y pasiones en el filo de la vida, bajo la consigna hedonista de sentir cada minuto como si fuese el último. Pero, ¿quién es, en realidad, la protagonista de esa apasionada narración que inunda las páginas a borbotones? ¿Lucía Ferreiro, la profesora de matemáticas? ¿Emma Milagros, la editora venezolana? ¿Mabel Berrizbeitia, argentina y pelirroja? Las confesiones a la mujer yacente, una especie de monólogo 2.0, conforman un intrincado laberinto, una cronología del lado oscuro que desconcierta, y enamora, a partes iguales con un cóctel de noir, aventuras e incluso, por momentos, mucho humor. A la vez que tratamos de desvelar la posible culpabilidad de la protagonista, escondida en más de veinte personalidades y acusada de un triple asesinato, disfrutamos con los múltiples rincones y referencias culturales a las que se hace referencia a lo largo de cada capítulo. La novela, un soplo de aire fresco en la narrativa actual, fue finalista al Premio Mandarache, el galardonado proyecto para jóvenes lectores que impulsa el Ayuntamiento de Cartagena (España)
Las conversaciones entre la protagonista y la convaleciente Sor Liliana esconden una insólita guía de viaje: de Salamanca a Puerto Rico, de los bares de Ópera a los templos más sofisticados, de la frialdad carcelaria a las fiestas exclusivas de la alta sociedad. Sus páginas están impregnadas de los recuerdos más sinceros de una mujer, con múltiples identidades, cuya biografía aparece trufada de momentos sombríos en los que ha jugado a las cartas con la muerte. Historias de robos, engaños y... Seguir leyendo
El baile de Madame Kalalú
Soy fea. Soy gorda. Soy demasiado grande.
No tendría otro modo de definirme. Si me lo preguntan, esas serían las primeras frases que vienen a mi mente.
Lo que puedo asegurarle es que no soy una asesina.