Adaptación de un relato procedente de la cultura camerunesa que entronca, curiosamente, con algunos principios inherentes a prácticas tan extendidas hoy en nuestra sociedad como el mindfullness. Boniface Ofogo es un maravilloso narrador oral de larga trayectoria y heredero de una larga y respetada tradición de oradores en su país natal. De vez en cuando Kalandraka nos regala la posibilidad de leer algunos de sus relatos en papel (recordamos con cariño, por ejemplo, "A paso de tortuga" o "El león Kandinga"); colección a la que debemos añadir esta fábula que esboza un mensaje, hoy más que nunca, vital: la necesidad de, como decía la célebre canción de aquel grupo vigués, mantener la calma ante todo. El cuento está protagonizado por un elefante que, sumido en sus pasatiempos diarios y solitarios, pierde un ojo en el río. Tras consultar a distintos animales amigos (con todos ellos comparte capacidades humanas para hablar o reflexionar), será una niña la que aporte luz al conflicto. Las ilustraciones, realizadas por el artista suizo Marc Taeger con frescura de trazo y tonalidades propias de las pinturas de madera, nos trasladan a las áreas biogeográficas del estado africano.
Adaptación de un relato procedente de la cultura camerunesa que entronca, curiosamente, con algunos principios inherentes a prácticas tan extendidas hoy en nuestra sociedad como el mindfullness. Boniface Ofogo es un maravilloso narrador oral de larga trayectoria y heredero de una larga y respetada tradición de oradores en su país natal. De vez en cuando Kalandraka nos regala la posibilidad de leer algunos de sus relatos en papel (recordamos con cariño, por ejemplo, "Seguir leyendo
EL ELEFANTE QUE PERDIÓ SU OJO
Un elefante africano solía quitarse un ojo
para jugar con él como si fuera una pelota.
¡PING, PONG!
¡PING, PONG!
¡PING, PONG!
Un día, lanzó tan alto su ojo
que este desapareció entre las nubes.
Como solo le quedaba uno,
el elefante no podía ver bien el otro.
Y, mientras tenía extendida la trompa,
esperando que su ojo cayese sobre ella,
de repente, escuchó...
¡PLASH!