La tradición la instauró el alcalde y, tiempo después, la nueva alcaldesa contribuyó a mantener la alocada apariencia del poblado pero, en ambos casos, el verdadero artífice de las decoraciones hogareñas más divertidas de la zona fue el viento. Primero, las ramas, después, todo aquello que los habitantes entendieron cuando las palabras se desordenaron. Entre el Mar Solitario y las Montañas Altas (cerca de la fábrica de espadas láser y del río Tikitoko); sigue viva la aldea en la que cada uno expresa su visión de la vida en total libertad, aunque nos recuerdan que las frases a veces pueden ser interpretadas de muchas maneras. Inteligente relato, en clave de humor, que pone en valor el hecho de ser genuinos y reforzar la autoafirmación, diseñado con dibujos sencillos en la línea gráfica de anteriores trabajos de la autora madrileña como "El tiempo tiene nombre" (Pípala, 2020); o "La voz de Tristán" (San Pablo, 2020); y protagonizado por personajes con apariencia de gnomos. En la trama hay homenajes a algunas referencias literarias que los padres y madres identificarán mientras practican una lectura compartida.
La tradición la instauró el alcalde y, tiempo después, la nueva alcaldesa contribuyó a mantener la alocada apariencia del poblado pero, en ambos casos, el verdadero artífice de las decoraciones hogareñas más divertidas de la zona fue el viento. Primero, las ramas, después, todo aquello que los habitantes entendieron cuando las palabras se desordenaron. Entre el Mar Solitario y las Montañas Altas (cerca de la fábrica de espadas láser y del río Tikitoko); sigue viva la aldea en... Seguir leyendo
RÁFAGA
A los pies de la montaña, junto al río Tikitoko, hay una aldea.
Hace muchos años, cuando la aldea era muy pequeñita y solo habitaban el aldeano blanco, el aldeano gris, la aldeana negra, el aldeano marrón, la aldeana verde y el alcalde...
una fuerte tormenta hizo volas las casas y rompió todas las ramas de los árboles.