El rubí del Ganges
¡Apártate, muchacho! ¡Deja paso a los emisarios de Lakshmi Bai!
El rapaz, que estaba apoyado en la puerta del jardín de la casa de Marat Singh, el hombre más rico del barrio, saltó con agilidad y eludió el golpe que le dirigía el que acababa de hablar, como quien tuviese larga experiencia de escapar a este tipo de incidentes. Era un chico de unos doce años, descalzo y totalmente desnudo, excepto por un taparrabos andrajoso que le rodeaba las caderas. Su piel, naturalmente bronceada, estaba aún más oscurecida por las que parecían ser las huellas de numerosos contactos con las innumerables suciedades que impregnan las calles de las populosas ciudades de la India.