¡Todo para mí!

Había una vez un pequeño cuervo. Era muy simpático y realmente habría sido muy apreciado de no haber sido tan ladronzuelo. Esta debilidad era por todos conocida, de modo que los animales escondían sus juguetes cuando él se acercaba. No obstante, de alguna forma u otra, los tesoros de los demás siempre iban a parar al nido del pequeño cuervo, sin que nadie lo pudiera remediar.