Nunca estuvo en África
Fue un domingo de mayo cuando vi la Harley-Davidson y me enamoré de Milja. Mi madre y yo habíamos desayunado y ella todavía tenía que trabajar. Quería recubrir con seda artificial blanca el interior de uno de los ataúdes de madera y me preguntó si quería ayudarla. Resultaba difícil para uno sólo recubrir los ataúdes con el rígido tejido. Asentí, aunque no tenía ninguna gana. En ese momento, sonó el timbre.