Los niños preguntan, los premios Nobel contestan
Algunos días mi hijo Luis me sorprende con una pregunta repentina, como ésta, por ejemplo, que es reciente:
Oye, papá, ¿tú para qué existes?
Cuando conseguí rehacerme, decidí replicar con otra por el estilo:
¿A ti qué te parece? ¿Para qué existo?
Él hizo como que arrugaba su lisa frente de niño de cinco años, lo pensó largo rato, paseó la mirada abstraído y luego habló lentamente:
Para llevarme a la escuela todas las mañanas... para leerme un cuento a la hora de acostarme… para llenarme la bañera... para jugar conmigo...
¡Qué existencia tan maravillosa, tan pletórica de sentido!, pensé con un suspiro.