La elección de Teo
Teo se ha sentado al piano. A continuación, una hora de escalas. Tiene ganas de llorar. No sabe muy bien por qué y, de todos modos, no puede. Está tocando escalas ascendentes y descendentes y, si llora, verá turbio. No puede mirarse los dedos, pero a veces, cuando M. Ramelot, su profesor, parece estar en la luna, se los mira de todos modos. Peor para la meta de tocar con los ojos cerrados. Su padre dice siempre que, a partir de los siete años, los chicos no lloran. Si lloran parecen niñas.