Una canción de Cabo Verde
De pequeña, cada verano iba a pasar unos días a casa de la abuela, en el Maresme. Una de aquellas tardes, la abuela preparó merienda. «Rita», dijo, «hoy iremos a Santa Tecla». Después de caminar un buen rato, llegamos a una capilla encaramada sobre la costa. Por debajo se extendía el mar. Entramos. Se estaba fresco y olía a cirio apagado. Cerca del altar, la abuela me señaló un exvoto, un cuadro con dos barcos. Los tripulantes lo habían colgado para agradecer un favor a Santa Tecla.
–El barco de las velas –me indicó la abuela– es un falucho, el Mestral. El otro es un vapor inglés, el Hidra. El Mestral está huyendo del Hidra.