Abuela y nieta son los polos de esta historia que da voz al pueblo que tan duramente vive en medio de la nada. Los estragos del Alzhéimer resultan aquí doblemente catastróficos, pues con la pérdida de memoria del individuo peligran los recuerdos que sustentan las raíces de un pueblo que no puede permitirse olvidar sus orígenes. El amor entre nieta y abuela hace de puente ante esa fractura y permite el relevo generacional, el traspaso del testigo. Desde la intimidad del hogar, hondos afectos, ternura, risas y lágrimas se entretejen y transmiten, sobre todo, fuerza y esperanza.
Abuela y nieta son los polos de esta historia que da voz al pueblo que tan duramente vive en medio de la nada. Los estragos del Alzhéimer resultan aquí doblemente catastróficos, pues con la pérdida de memoria del individuo peligran los recuerdos que sustentan las raíces de un pueblo que no puede permitirse olvidar sus orígenes. El amor entre nieta y abuela hace de puente ante esa fractura y permite el relevo generacional, el traspaso del testigo. Desde la intimidad del hogar, hondos afectos, ternura, risas y lágrimas se entretejen y... Seguir leyendo
Estás en la Luna
–Tu abuela ha perdido la cabeza –me dijo aquel día tía Fatma, cuando volví de la escuela.
A la vez que ponía las sandalias, sacudió mi cojín y me acercó el plato. Daba unos pasos tan rápidos, que la arena que levantaba del desierto empezó a flotar en mi sopa y a pegarse entre mis dientes.
Porque, como es natural, yo tenía la boca abierta. Quería pedirle a tía Fatma que repitiera en hassania, nuestro idioma, eso de que mi abuela había perdido la cabeza. Tía Fatma apenas sabía español. Era raro que no se equivocase. Habría dicho «cabeza» donde tendría que haber dicho «tetera», por ejemplo.