El último hacker
El lugar parecía impregnado de un halo fantasmal. Marco estaba sentado frente a la mesa del ordenador, sin mover un solo músculo, en medio de la niebla azulona que flotaba en el ambiente. Visto desde atrás, desde el lado opuesto de la habitación, su cabeza y su espalda aparecían silueteadas por un aura tenue, como si en la mesa sobre la que apoyaba los codos hubiese un foco de luz colocado a la altura de su pecho.