El dragón rojo
Sábado, 12 de octubre. Café Starbucks. 1097 Davie Street
–Gracias.
Recojo el capuchino que me sirve el empleado del Starbucks y me dirijo al pequeño mostrador cercano a la puerta de entrada para añadir una buena dosis de leche y dos sobres de azúcar.
Después, cierro el vaso con una tapa de plástico y salgo del café, dispuesta a afrontar las últimas horas de mi día de guardia como oficial superior.
Atravieso Thurlow Street, el café en una mano y las llaves del coche en la otra, y abro con el mando a distancia el Volvo aparcado al otro lado del cruce, en el aparcamiento del CSU.