Hermano Lobo. Crónicas de la Prehistoria I
Torak se despertó sobresaltado, pues no había pretendido quedarse dormido.
El fuego estaba casi apagado. El chico se puso en cuclillas en el frágil arco de luz y miró fijamente la negrura del Bosque que se cernía sobre él. No se veía nada. No se oía nada. ¿Habría vuelto? ¿Estaría ahí, observándolo con ojos ardientes y asesinos?
Notaba el estómago vacío y estaba helado. Se daba cuenta de que necesitaba desesperadamente comer algo, de que le dolía el brazo y tenía los ojos irritados de puro cansancio, pero en realidad no sentía nada de eso. Había montado guardia ante los restos del refugio de ramas de abeto rojo toda la noche, viendo sangrar a su padre.