Manuela, Scarface
No nos han vuelto a atracar y estoy muy decepcionado. Mis colegas desconocen mi ferviente deseo de que se abra la puerta de golpe y aparezcan tres payasos empuñando pistolas y gritando: «¡Todos al suelo! ¡Al suelo! ¡Esto es un atraco!» Lo acepto resignado. Mis dedos cuentan los billetes a velocidad de vérigo: veinte..., cincuenta..., cien... Puedo hacerlo con el pensamiento en otra parte y nunca me equivoco. Imagino que levanto la mirada y los veo irrumpiendo en la sucursal: camiseta negra y vaqueros; pelucas escaroladas, azafrán, oro, violeta; narices bulbosas, rojas; labios suaves... Reconocí el tono de miel rojiza de sus labios...