El cazador de fantasmas. Crónicas de la Prehistoria VI
Torak no quiere entrar en el silencioso campamento. El fuego se ha apagado. Entre las cenizas está el hacha de Fin-Keddin. El arco de Renn, pisoteado, asoma en el barro. Unas cuantas huellas dispersas constituyen el único rastro de Lobo. Hacha, arco y huellas están diseminados por lo que parece nieve sucia. Cuando Torak se acerca, se eleva un enjambre de polillas grises. Esboza una mueca y las espanta, pero cuando se aleja, vuelven a posarse para alimentarse. Al llegar al refugio se detiene. Los troncos de la entrada están pegajosos. Torak capta un olor familiar, dulce y empalagoso. No se atreve a entrar.