¡Un dragón en el cole!
La señorita Gruñido levantó la vista de la lista de alumnos, alargó el cuello y nos inspeccionó a todos como si fuera el periscopio de un submarino en busca de barcos enemigos. Clavó los ojos en mí y frunció el entrecejo. Por la forma de mirarme adiviné que quería lanzarme torpedos por debajo de la mesa, aunque era imposible que ya me hubiera metido en un berenjenal. ¡Si la maestra todavía no había pasado lista! Poco después dejó de inspeccionarme, me miró con enojo...