Esta es la historia de un viaje en el tiempo: un niño del siglo XX se encuentra de pronto en el siglo XVIII viajando como polizón hacia la isla del tesoro. El relato juega con los personajes y escenarios de Stevenson. A las emociones propias de un relato de viajes y aventuras, se une la sorpresa del encuentro entre personajes de épocas distintas. Una propuesta interesante y una empresa difícil: se necesita maestría para mantener el tono del relato de referencia y dotar a la historia de coherencia sin caer en una simple parodia. Son ricas las descripciones tanto de ambientes como de personajes. Esta es la historia de un viaje en el tiempo: un niño del siglo XX se encuentra de pronto en el siglo XVIII viajando como polizón hacia la isla del tesoro. El relato juega con los personajes y escenarios de Stevenson. A las emociones propias de un relato de viajes y aventuras, se une la sorpresa del encuentro entre personajes de épocas distintas. Una propuesta interesante y una empresa difícil: se necesita maestría para mantener el tono del relato de referencia y dotar a la historia de coherencia sin caer en una simple parodia. Son ricas las descripciones tanto de ambientes como de personajes.

El viaje de Ramón Cárter a la isla del tesoro

Al abrir los ojos, el muchacho se sobresaltó. Parecía salir de una pesadilla. Se halló envuelto en una orla de oscuridad y misterio. Notó que se encontraba en un lugar estrecho, angosto, pequeño y abombado. Apenas si podía alargar los brazos, y en ese momento tenía enormes ganas de desperezarse, porque creyó despertar de un largo sueño. Palpó algo con sus manos. Parecía madera, aunque la sensación que obtuvo fue la de tocar una superficie húmeda, áspera, rugosa, como carcomida. El muchacho se encontraba, pues, en una posición incómoda, de cuclillas, y sentía un vaivén extraño y desconocido para él. Su cuerpo oscilaba de derecha a izquierda, a ratos, y de adelante hacia atrás, lo que le producía un mareo inexplicable, un abotargamiento que jamás había experimentado.