Irónica y muy divertida novela, sencilla y armónica en su estructura y en su lenguaje, con magníficas ilustraciones que cuenta las desventuras que suceden en el Palacio Dulce Reposo, donde el rey Arturo, un cascarrabias muy gracioso, no quiere recibir invitados ni hacer las reformas que la reina Ginebra propone, pero no le queda más remedio que hacer frente a estas contrariedades. Irónica y muy divertida novela, sencilla y armónica en su estructura y en su lenguaje, con magníficas ilustraciones que cuenta las desventuras que suceden en el Palacio Dulce Reposo, donde el rey Arturo, un cascarrabias muy gracioso, no quiere recibir invitados ni hacer las reformas que la reina Ginebra propone, pero no le queda más remedio que hacer frente a estas contrariedades.

¡Por san Jorge!

–¡Ale hop! –exclamaba el rey Arturo en el estanque con el agua por la cintura. Alzaba la mano y saltaba una carpa escarlata bajo la higuera y se zambullía de nuevo–. Muy bien, pequeña... ¡Ale hop! –Y saltaba otra carpa.
Y así pasaba su majestad la tarde del domingo, veinticinco de septiembre, festividad de santa Fuencisla.
En Ávalon, el mes transcurría templado cual melancólica despedida del estío. Arturo aún podía dormir la siesta con largueza, arrullado por las cigarras, de igual modo que se embelesaba, por la noche, con los violines nostálgicos de los grillos.
Tras la siesta, Arturo gustaba de bajar al jardín, cubierta su heroica anatomía...