Y vivieron felices...
Había una vez una sublime princesa y un valiente príncipe, inseparables desde el momento en que se conocieron. Juntos gozaban de apacibles días en su palacio encantado. Cada mañana era una fiesta de colores y cada noche se entonaban las melodías más dulces que pudieran escucharse, celebrando su unión a la luz dorada del crepúsculo.
Y un día, en el delicado vientre de la princesa germinó una semilla. Los dos enamorados se alegraron porque pronto descubrirían la dicha de ser padres. Ambos se prepararon para el feliz acontecimiento.