El ladrón de espadas
Estaban perdidos.
Amy Cahill observaba la raída bolsa de viaje que se alejaba por la cinta transportadora del aeropuerto ocasionando aquel estruendo metálico. Sus abultadas esquinas no pasaban desapercibidas. Un letrero en la pared decía: «Gracias por visitar Venecia: se revisarán algunas maletas aleatoriamente», en cinco idiomas diferentes.