El hijo de la sombra
El asesino acechaba entre las sombras. Protegido por la oscuridad que envolvía el elevado techo de la sala, se deslizaba aferrándose a las vigas hacia la trémula luz de las antorchas que ardían debajo de él. Invisible como el viento y silencioso como la muerte misma. De la majestuosa sala llegaban festivas notas musicales. La flor y nata de Nimea del Norte, doscientos caballeros y damas, llenaba el gran salón del Castillo de Ostergoth.