El fantasma de Canterville
Cuando el señor Hiram B. Otis, el ministro americano, adquirió la mansión de Canterville, todo el mundo le dijo que había hecho una tontería, pues no había duda de que el lugar estaba encantado. Incluso el propio lord Canterville, hombre con gran sentido del honor, se sintió en el deber de mencionar el hecho al señor Otis, cuando hablaron del contrato.
-No nos ha apetecido vivir aquí –dijo lord Canterville- desde que mi tía abuela, la duquesa viuda de Bolton, mientras se vestía para una cena, sintió que las dos manos de un esqueleto se posaban sobre sus hombros, y sufrió un ataque de horror, del cual nunca se recuperó.