El paso de los días
Los tiempos han cambiado y por estas patrias ya no ahorcan a nadie, matan de otras formas, en otros patíbulos; la horca ya no asombra la tierra en que ha de germinar la mandrágora, esa herbácea de raíz bífeda que guarda el secreto del amor impuro. Podría encontrarse en algún cementerio, entre tumbas abandonadas, en otros silencios, en otras humedades, quizá en los páramos; pero no sería lo mismo, que si la mandrágora no está regada por el último mear de un hombre que muere en la horca, no gritará cuando la arranques, y así el caldillo de cocer las raíces no va a tener el punto de acidez necesario.