La historia que cuenta este libro, apoyándose en unas sugerentes imágenes, no hace sino aportarnos una posible solución al desinterés por la lectura: hay que ofrecer buenos libros, historias tan apasionantes que no den opción a la posibilidad de dejarlas a medias. Tampoco se olvida de decirnos que a disfrutar con la lectura se aprende leyendo.La historia que cuenta este libro, apoyándose en unas sugerentes imágenes, no hace sino aportarnos una posible solución al desinterés por la lectura: hay que ofrecer buenos libros, historias tan apasionantes que no den opción a la posibilidad de dejarlas a medias. Tampoco se olvida de decirnos que a disfrutar con la lectura se aprende leyendo.
¡Odio leer!
La mayor parte del tiempo Víctor Dickens era un buen chico. Casi siempre llevaba puesto su casco protector cuando hacía acrobacias en su monopatín. Y una vez al año dejaba que su madre lo peinara con un poco de espuma para la foto de la clase. (...) Pero Víctor Dickens era víctima de la enfermedad '¡Odio leer'.