Para el abuelo, los mapas siguen conteniendo los sueños del viajero. Aquellos caminos que un día surcó como maquinista permiten escapar de la realidad actual. Pero solo Quinito parece ver lo que el siente, para el resto de la familia empieza convertirse en un estorbo, sobre todo con la llegada de un nuevo miembro. Ante la situación decide ingresar en Divina Pastora, una residencia desde donde regresará al hogar siguiendo, demasiado rápido, el camino rojo que acompaña la ruta del ferrocarril.
Para el abuelo, los mapas siguen conteniendo los sueños del viajero. Aquellos caminos que un día surcó como maquinista permiten escapar de la realidad actual. Pero solo Quinito parece ver lo que el siente, para el resto de la familia empieza convertirse en un estorbo, sobre todo con la llegada de un nuevo miembro. Ante la situación decide ingresar en Divina Pastora, una residencia desde donde regresará al hogar siguiendo, demasiado rápido, el camino rojo que acompaña la ruta del ferrocarril.
El mapa de los sueños
Cuando el abuelo se jubiló, mamá se puso rabiosa porque no hacía más que entorpecerle las labores de la casa. Basta que ella cambiase las toallas para que al momento acudiese a lavarse; o que se pusiese a hacer las camas para que él se refugiara en la salita.
- A la salita no, abuelo –le gritaba- ¿No ve usted que acabo de pasarle la fregona?
- Perdona, hija –se excusaba el pobre- Se ve que está uno hecho un estorbo.
- Es que no son horas de estar en casa como está. Lo propio es que hiciera lo que los demás jubilados, que es irse al parque como Dios manda.