Apenas empieza a salir de la adolescencia, pero Yael ya carga con una responsabilidad que le viene grande y que ha introducido el miedo y cierta sensación de irrealidad en su vida. Desde que fue reclutada por el ejército israaelí al cumplir dieciocho años, tanto ella como sus amigas, Lea y Avishag, parecen haber dejado en suspenso sus auténticas vidas, a la espera de retomarlas cuando les permitan decidir por sí mismas qué es lo que desean hacer con ellas. Interesante novela que narra el proceso de despersonalización al que la violencia somete al individuo. Sin abordar el espinoso conflicto que afecta a su país de origen, la autora, valiéndose de una narrativa que no ahorra episodios de gran crudeza y que trata de mantener cierta equidistancia en el reparto de vilezas, ofrece la 'intrahistoria' del enfrentamiento político: cómo las decisiones institucionales afectan a los seres humanos que las padecen, convirtiendo su existencia en un proyecto fallido. Interesante.
Apenas empieza a salir de la adolescencia, pero Yael ya carga con una responsabilidad que le viene grande y que ha introducido el miedo y cierta sensación de irrealidad en su vida. Desde que fue reclutada por el ejército israaelí al cumplir dieciocho años, tanto ella como sus amigas, Lea y Avishag, parecen haber dejado en suspenso sus auténticas vidas, a la espera de retomarlas cuando les permitan decidir por sí mismas qué es lo que desean hacer con ellas. Interesante novela que narra el proceso de despersonalización al que la... Seguir leyendo
La gente como nosotros no tiene miedo
Los hijos de los otros
Hay polvo en el módulo prefabricado donde damos clase, y Mira, la profesora, tiene e lpelo teñido de naranja y quemado en las puntas. Estamos en el último curso de Secundaria, tenemos diecisiete años, casi hemos terminado la Historia de Israel. Terminamo la Historia del Mundo en primero. Hay páginas en el libro de texto donde se habla de 1982, apenas unos años antes de que naciéramos, solo un año antes de que construyeran este pueblo, cuando aquí, en la frontera con el Líbano, no había más que pinos y montañas de basura. Las palabras de Mira, la profesora, no se alejan mucho de las que nuestros padres dicen las noches de borrachera. Y, además, Mira es la madre de Avishag. La historia está a punto de acabar.