Dos nuevas estrellas de la bande dessinée se suman al listado de creadores actuales que han decidido apostar por mantener el legado del icono de la cultura francobelga. El botones Spirou, posiblemente en una de las aventuras en las que más ejerce como tal, se embarca en el trasatlántico de superlujo “El rey de los mares”, en donde por una serie de carambolas coincide con su viejo amigo, el reportero Fantasio, obsesionado con conseguir una exclusiva sobre la bella Marínella Cabotini, y con el conde de Champignac, otro viejo conocido de la saga. A lo largo de la travesía deben sortear todo tipo de problemas, incluido el hundimiento del buque por un mal funcionamiento del experimento ideado por el conde y el profesor Sprtschk. Trondheim imprime de fino humor y sarcasmo los textos en una propuesta gráfica, claramente inspirada en los conceptos de los años cincuenta y sesenta, estéticamente impecable, en donde se opta por mantener cánones clásicos en cuanto a estructura y organización de las viñetas, pero que sorprende con un muy atractivo tratamiento del color y en la definición de los personajes. Una nueva obra maestra que contribuye a agrandar el mito de un personaje inmortal creado originariamente por Rob-Vel y popularizado por Franquin.
Dos nuevas estrellas de la bande dessinée se suman al listado de creadores actuales que han decidido apostar por mantener el legado del icono de la cultura francobelga. El botones Spirou, posiblemente en una de las aventuras en las que más ejerce como tal, se embarca en el trasatlántico de superlujo “El rey de los mares”, en donde por una serie de carambolas coincide con su viejo amigo, el reportero Fantasio, obsesionado con conseguir una exclusiva sobre la bella Marínella Cabotini, y con el conde de Champignac, Seguir leyendo
Pánico en el Atlántico
- ¿Normalmente no usa un carrito para llevar el equipaje?
- Sí señora, pero el Director me ha castigado por meter una ardilla en el hotel.
- ¡Cielo santo! ¿¡Ha colado una rata en el hotel!? Pero... ¡yo le habría despedido!
- No era una rata, señora. Era una ardilla.
- Una rata con el rabo peludo sigue siendo rata.
- ¡Eh, mucho ojo, señora! ¿Acaso alguien le dice algo del lobo que lleva en brazos?
- ¡Spip! Sígue escondido.