Una selección de seis cuentos policiacos realizada por Juan Antonio Molina Foix con unos criterios cronológicos y de evolución del género muy interesantes. La antología se inicia con un relato de Hawthorne donde un vendedor ambulante se convierte en difusor de la noticia de un asesinato que no ha sido verificado. Poe nos sorprende con «Tú eres el hombre», la historia de un magnicidio cuyos indicios conducen a un culpable incierto. En «Cazador cazado», de Wilkie Collins, presenciamos un robo doméstico descrito a través de la correspondencia entre varias personas. Conan Doyle ofrece un clásico del detective Sherlock Holmes. «La historia del hombre leopardo», de Jack London, narra un asesinato en el circo. La obra se cierra con «La lentejuela azul», de Richard Austin Freeman, protagonizada por el detective y doctor Thorndyke, famoso por resolver sus casos mediante métodos científicos. Los cuentos se complementan con una acertada invitación a la lectura, firmada por el responsable de la antología, en la que se explica el origen del género y las características generales; así como de una propuesta de actividades, orientada a un uso escolar, a partir de reflexiones y anotaciones realizadas por Jesús Merino. Unos relatos, como dice Molina Foix, para poner nuestra mente a funcionar y tratar de resolver enigmas.
Una selección de seis cuentos policiacos realizada por Juan Antonio Molina Foix con unos criterios cronológicos y de evolución del género muy interesantes. La antología se inicia con un relato de Hawthorne donde un vendedor ambulante se convierte en difusor de la noticia de un asesinato que no ha sido verificado. Poe nos sorprende con «Tú eres el hombre», la historia de un magnicidio cuyos indicios conducen a un culpable incierto. En «Cazador cazado», de Wilkie Collins, presenciamos un robo... Seguir leyendo
Cuentos policiacos clásicos
La catástrofe de Mr. Higginbotham
Nathaniel Hawthorne
Un joven de profesión vendedor ambulante de tabaco, iba a la aldea de Parker´s Falls, a orillas del Salmon River, procedente de Morristown, donde había tenido mucho trato con el presidente de la colonia de cuáqueros. Llevaba un pulcro carrito verde, con una caja de cigarros pintada en ambos paneles laterales y un jefe indio sosteniendo una pipa y un tallo de tabaco dorado en la parte posterior.