El señor Zorro es uno de los escritores más exitosos de la historia de la literatura gracias, sobre todo, a su franquicia: las aventuras del detective Jacky Marrone. Cada nuevo relato que publica supone toda una revolución y unas cifras de ventas extraordinarias. Es verdad que procura realizar pocas presentaciones pues tiene tanta imaginación como hambre, y ha protagonizado algunos episodios en los que el ansia le jugó una mala pasada y devoró su propia obra en directo, provocando cierto rechazo. Pero, de repente, toda su carrera está en peligro: el inexpugnable refugio del creador ha sido asaltado por un misterioso visitante que ha robado todos sus cuadernos de ideas. El vacío del protagonista es total. Inicia una exhaustiva investigación, ayudado por su editor, el señor López, y una bibliotecaria, que le llevará a identificar al culpable tras recorrer distintos escenarios, siempre con la seguridad de que puede volver a encontrar el camino de vuelta siguiendo el hilo rojo del jersey de su amigo e impresor. La propuesta gráfica es abrumadora, repleta de divertidos detalles, bromas y parodias vinculadas a elementos de la vida real (como la simpática portada en la revista TIME); como ya ocurría en la primera parte de sus andanzas, momento en el que ya se puso de manifiesto su implacable glotonería. Una obra optimista y sorprendente, tamizada de sarcasmo, que permite dos niveles de lectura para describir las aventuras y desventuras de quien alcanzó la fama y de quien aspira a lograrla algún día…
El señor Zorro es uno de los escritores más exitosos de la historia de la literatura gracias, sobre todo, a su franquicia: las aventuras del detective Jacky Marrone. Cada nuevo relato que publica supone toda una revolución y unas cifras de ventas extraordinarias. Es verdad que procura realizar pocas presentaciones pues tiene tanta imaginación como hambre, y ha protagonizado algunos episodios en los que el ansia le jugó una mala pasada y devoró su propia obra en directo, provocando cierto rechazo. Pero, de repente,... Seguir leyendo
El Señor Zorro y el Hilo Rojo
Al señor zorro siempre le habían gustado los libros. Tanto le gustaban, que se los comía con un pellizco de sal y un poco de pimienta. De esta forma no solo saciaba sus ganas de aprender, sino también el hambre. Y tenía un hambre voraz.