Casi todos poseemos “un don”, una habilidad que muchas veces permanece escondida hasta que, de forma inesperada, aflora en algún momento de la vida. El topo, a pesar de sus limitaciones, quiere ser artista y no duda en mostrar sus aptitudes ante los amigos del bosque. Sin embargo, la mayor parte de las veces, esas presuntas cualidades solo consiguen enfadar a los colegas que se prestan al juego. Hasta que un día un tropiezo permite descubrir que, en efecto, está dotado de ciertas destrezas que causan asombro. Construido en versos consonantes para dotar de dinamismo y buen humor a la narración, la obra cautiva por su sencillez y contagiosa alegría, además de alentar un bonito mensaje de autoafirmación para que los lectores siempre luchen por cumplir sus sueños. El apartado gráfico corre a cargo de Miguel Cerro, que dota de expresividad a los personajes y apuesta por una apariencia circense para el diseño gráfico de la portada.
Casi todos poseemos “un don”, una habilidad que muchas veces permanece escondida hasta que, de forma inesperada, aflora en algún momento de la vida. El topo, a pesar de sus limitaciones, quiere ser artista y no duda en mostrar sus aptitudes ante los amigos del bosque. Sin embargo, la mayor parte de las veces, esas presuntas cualidades solo consiguen enfadar a los colegas que se prestan al juego. Hasta que un día un tropiezo permite descubrir que, en efecto, está dotado de ciertas destrezas que causan asombro. Construido en versos consonantes para dotar... Seguir leyendo
¡Artista!
Había una vez un topo
viviendo en un encinar
con una melena larga
y un flequillo y un lunar.
Su topera era una ruina:
la cama estaba muy vieja,
no había puertas ni ventanas,
no quedaba ni una teja.