Amelia Earhart desapareció haciendo lo que más le gustaba en el mundo: pilotar aviones. Su pasión desde niña se convirtió en realidad a pesar de los prejuicios y de los impedimentos de la sociedad de la época, trabas que, aunque difuminadas, subyacen en algunos campos e impiden lograr la total equidad en todas las disciplinas. Como ella, la primera protagonista de este libro informativo, que cautiva tanto por el trabajo gráfico como por la abrumadora cantidad de curiosidades y anécdotas en torno a las vidas de cada aventurera o los hitos que lograron, todas las protagonistas se caracterizan por haber conseguido llevar a cabo sus sueños. Navegar o bucear por el ancho océano, como Ann Davison, Isabel Barreto o Sylvia Earle; ver el mundo desde el cielo, como “Bessie” Coleman, Jeannette Piccard, Valentina Tereshkova o la propia Earhart; descifrar los secretos de antiguas civilizaciones, como Christiane Desroches o Mary Leakey; poner en valor los tesoros de la naturaleza, tal y como hicieron Dian Fossey, Helen Thayer, Ida Pfeiffer o Sacagawea; o plasmar el planeta en imágenes y palabras con una visión muy particular, caso de Marianne North o Nellie Bly, por poner algunos ejemplos. Casi veinte semblanzas de niñas que imaginaron lo imposible y, a fuerza de tesón, alcanzaron sus deseos convirtiéndose en ejemplo para las siguientes generaciones. Un proyecto estructurado con sencillez y muy acertado a la hora de desarrollar la contrastada y abundante información que ofrece en cada apartado de forma amena.
Amelia Earhart desapareció haciendo lo que más le gustaba en el mundo: pilotar aviones. Su pasión desde niña se convirtió en realidad a pesar de los prejuicios y de los impedimentos de la sociedad de la época, trabas que, aunque difuminadas, subyacen en algunos campos e impiden lograr la total equidad en todas las disciplinas. Como ella, la primera protagonista de este libro informativo, que cautiva tanto por el trabajo gráfico como por la abrumadora cantidad de curiosidades y anécdotas en torno a las... Seguir leyendo
Niñas que imaginaron lo imposible (y lo consiguieron)
Cuando la pequeña Amelia vio un avión
por primera vez, en la feria del estado
de Iowa, allá por 1907, pensó que aquel
trasto lleno de cables oxidados no era muy
interesante. Sin embargo, de vuelta a casa,
no paró de jugar con el pequeño avioncito
de madera que le compró su padre.