Cuando Akita pierde el control, casi siempre a consecuencia de las disputas con su hermano, se transforma en un grizzlie. En esos momentos prefiere estar a solas, para evitar más conflictos y recuperar el sosiego pensando en hadas o susurrando secretos a sus perros. Para corregir este problema sus padres han decidido que visite a la glugluka, una anciana con conocimientos ancestrales pero sobre la que ha escuchado todo tipo de historias y descripciones un tanto siniestras. Al visitarla en su gruglú, mitad gruta mitad iglú, se deshacen los prejuicios. La señora le invita a participar en un juego que culmina en un encuentro inesperado, el recuerdo de los siete años será para siempre inolvidable. Una novela ideal para niños que empiezan a desarrollar autonomía lectora, cuyos escenarios y personajes –representados a través de acuarelas y narrados con dulzura- nos trasladan a las gélidas tierras del bosque polar, desde donde llegan aromas de crepes con sirope de abedul y el sonido del crujir de las pisadas sobre la nieve. En el trasfondo subyace una inteligente reflexión sobre la necesidad de controlar nuestros impulsos para encajar de forma correcta en la sociedad civilizada, un proceso que genera frustración y aislamiento en la pequeña protagonista pero que, poco a poco, irá comprendiendo en profundidad.   

Cuando Akita pierde el control, casi siempre a consecuencia de las disputas con su hermano, se transforma en un grizzlie. En esos momentos prefiere estar a solas, para evitar más conflictos y recuperar el sosiego pensando en hadas o susurrando secretos a sus perros. Para corregir este problema sus padres han decidido que visite a la glugluka, una anciana con conocimientos ancestrales pero sobre la que ha escuchado todo tipo de historias y descripciones un tanto siniestras. Al visitarla en su gruglú, mitad gruta mitad iglú, se... Seguir leyendo