Con claras reminiscencias de los cuentos tradicionales del Oriente Medio (y algunos pequeños y explícitos homenajes –Simbad, el marino, la alfombra mágica, el genio de la cueva…-); el autor construye una divertida aventura utilizando variados recursos narrativos. La primera parte de la obra, por ejemplo, se elabora a partir de dos historias diferentes que confluyen en la misma trama. El sultán, protagonista del tramo inicial, tras fraguar una amistad con un genio con el que pasa largas horas jugando al shatranj, una forma antigua del ajedrez, y al que salva la vida, guarda aún la posibilidad de pedir dos deseos concedidos en señal de agradecimiento; al mismo tiempo, en su palacio, comienza a sentir en primera persona las consecuencias del respeto que provoca su figura: nadie se atreve a enfrentarse a él en el tablero. Cuando invoca de nuevo al mago para mejorar su condición es su hija, Ayu, la que aparece. Rápidamente se establece una especial relación entre la pequeña y Amina, la primogénita del mandatario. Al mismo tiempo conocemos las andanzas de Ahmed, un pícaro que sobrevive en las calles de la aldea y que aprovecha su desparpajo para visitar a escondidas el palacio. Tras un desafortunado accidente, los tres jóvenes suman esfuerzos para encontrar un nuevo genio del amplio catálogo que esconde la zona para deshacer el grave problema en el que se han metido. Desde que obtuviera el Premio Nacional Injuve 2003 con Julia y el verano muerto, la carrera de Álvaro Ortiz ha seguido una trayectoria de alta calidad y, especialmente destacable, siempre sugerente, tanto en su faceta como ilustrador de obras de literatura infantil y juvenil como en sus proyectos como guionista y dibujante de cómics para todo tipo de públicos. En las viñetas de esta aventura orientada a pequeños lectores distinguimos el sello inconfundible de su estilo, rebosante de ingenio y buen humor, representado en trazos limpios y personajes que establecen diálogos chispeantes, basados en una jerga cotidiana que contrasta con los escenarios de cuento en los que se insertan los protagonistas, y concediendo especial importancia a los femeninos a la vez que inserta trazas de inteligente crítica social y pequeños alegatos a favor de la lectura como fuente inagotable de conocimiento y diversión.

Con claras reminiscencias de los cuentos tradicionales del Oriente Medio (y algunos pequeños y explícitos homenajes –Simbad, el marino, la alfombra mágica, el genio de la cueva…-); el autor construye una divertida aventura utilizando variados recursos narrativos. La primera parte de la obra, por ejemplo, se elabora a partir de dos historias diferentes que confluyen en la misma trama. El sultán,... Seguir leyendo