Dos hermanas gemelas que han sido criadas por separado, sin que una conozca la existencia de la otra, parecen tener destinos divergentes. Wren es bruja y repudiada por el pueblo, Rose es la heredera "legítima" del trono, y ha crecido entre algodones "de mentiras" para preservar su ventura. Ella teme a las brujas y las considera enemigas porque cree que mataron a sus padres. Wren por su parte tiene claro que se ha estado preparando para asumir el verdadero papel que le está asignado: gobernar Eana. Pero en ese presumible cambio de roles el argumento sorprende con un abanico de sorpresas. La historia tiene hechuras de cuento de hadas tradicional y matices de comedia romántica, pero la calidad de la prosa, sintética y directa, del equipo creativo responsable de esta novela (las jóvenes autoras Catherine Doyle -Irlanda- y Katherine Webber -USA-; que han desarrollado un curioso método de trabajo a distancia para llevar a cabo este proyecto); convierte la obra en una interesante alternativa a las novelas fantásticas que reinan en las listas de lo más prestado y vendido en bibliotecas y librerías. Aunque la trama parte de ciertos estereotipos, la arquitectura del relato gana enteros a medida que avanza el hilo argumental, dejando a los lectores con deseos de conocer la previsible secuela. Se trata de una obra que ha sido alabada por destacadas escritoras del panorama actual, como Sarah J. Maas, Stephanie Garber o Roshani Chokshi.
Dos hermanas gemelas que han sido criadas por separado, sin que una conozca la existencia de la otra, parecen tener destinos divergentes. Wren es bruja y repudiada por el pueblo, Rose es la heredera "legítima" del trono, y ha crecido entre algodones "de mentiras" para preservar su ventura. Ella teme a las brujas y las considera enemigas porque cree que mataron a sus padres. Wren por su parte tiene claro que se ha estado preparando para asumir el verdadero papel que le está asignado: gobernar Eana. Pero en ese... Seguir leyendo
Coronas gemelas
Wren
Las verjas doradas del palacio de Anadawn brillaban bajo el sol poniente, cada barrote tan afilado como una daga. La visión hizo que a Wren Greenrock se le revolviera el estómago. Desde esa distancia, eran más altas de lo que se había imaginado, y sus pesadas cadenas repiqueteaban levemente, movidas por el viento.