Golem, el coloso de barro
En la época en que el famoso rabí Leib servía como rabino en la antigua ciudad de Praga, los judíos sufrían persecución. El emperador Rodolfo II, hombre erudito, era intransigente con cuantos no pertenecieran a la fe católica. Perseguía a los protestantes, y todavía más a los judíos, a quienes se acusaba con frecuencia de emplear sangre de cristianos para hacer las
matzot de Pascua. Casi todo el mundo sabía que esa acusación era falsa, que la religión judaica prohibía comer sangre de los animales, cuanto más sangre humana. Pero cada pocos años se repetía la misma denuncia. Cada vez que un niño cristiano desaparecía, los enemigos de los judíos proclamaban inmediatamente que éstos le habían asesinado para hacer
matzot con su sangre. Nunca faltaban falsos testigos. Se ejecutaba a hombres inocentes, y más de una vez sucedió que el niño perdido fuera encontrado después, vivo y sano.