Desde el título de la obra, diseñado a partir de ramas y una composición tipográfica con letras, espacios y lingotes de plomo; hasta el sello y la estampilla de las guardas finales, todo en esta carta de amor es una obra de arte. Escrita bajo los parámetros de la métrica tradicional taiwanesa, la labor del traductor, Jordi Ainaud, merece ser alabada pues ha adaptado la propuesta, con brillantez, al verso octosílabo -más popular aquí-, con rimas intermitentes que destilan sensibilidad. El contenido de la misiva sugiere un amor incondicional que sobrevive a través de los tiempos, aplicable al que el autor siente por otra persona o a la literatura, y, sobre todo, al que une los libros con su lecho inicial, el árbol, testigo de la historia y cuna del papel; personaje que cobra vida, de su estado inerte tras la tala, para firmar una declaración emocionante que obtuvo la Mención Especial en la categoría "Poesía" de la Feria Internacional de Bolonia, cita en la que con anterioridad ya había sido reconocido por su trabajo en el mundo del cómic.

Desde el título de la obra, diseñado a partir de ramas y una composición tipográfica con letras, espacios y lingotes de plomo; hasta el sello y la estampilla de las guardas finales, todo en esta carta de amor es una obra de arte. Escrita bajo los parámetros de la métrica tradicional taiwanesa, la labor del traductor, Jordi Ainaud, merece ser alabada pues ha adaptado la propuesta, con brillantez, al verso octosílabo -más popular aquí-, con rimas intermitentes que destilan sensibilidad. El... Seguir leyendo