El narrador comparte sus sentimientos sobre una enigmática mujer que surca las calles de París montada en bicicleta. Vive en compañía de un gato, en una coqueta buhardilla "con vistas infinitas". La cadencia de su pedaleo, al ritmo de las estaciones del año, y los colores de su ropaje, llaman poderosamente la atención del testigo, que observa como la tristeza va adueñándose de su vida a pesar de los colores que van añadiéndose al paisaje. Pero en ese preciso momento de abatimiento la chica se fija en el protagonista, un petirrojo que devuelve la alegría y la ilusión por afrontar cada jornada a partir del disfrute de cada pequeño detalle que ofrece la convivencia. Una poética reflexión que ahonda en la necesidad de apreciar el día a día, ser conscientes del "tempus fugit" para vivir el momento presente con intensidad y positivismo. Y que mejor manera de reforzar ese argumento que las ilustraciones de Mar Azabal, artista que tiene acostumbrados a los lectores a bellos escenarios y detalles en sus variadas creaciones.

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El narrador comparte sus sentimientos sobre una enigmática mujer que surca las calles de París montada en bicicleta. Vive en compañía de un gato, en una coqueta buhardilla "con vistas infinitas". La cadencia de su pedaleo, al ritmo de las estaciones del año, y los colores de su ropaje, llaman poderosamente la atención del testigo, que observa como la tristeza va adueñándose de su vida a pesar de los colores que van añadiéndose al paisaje. Pero en ese preciso momento de... Seguir leyendo