La mise en place que desarrolla la joven escritora destaca, especialmente, por un acertado worldbuilding que sorprenderá a los no iniciados en el terreno de la fantasía, quizá el género que más pasiones sigue despertando entre los adolescentes lectores desde hace unas décadas. Y no es casualidad, Marisol Sales lleva desde los doce años mostrando notable interés por la mitología, pasión que ha cristalizado en forma de interesantes proyectos como Mitologeando. Es de esas leyendas adscritas a la tradición clásica (el ave Fénix, las arpías -con etimología latina original en el texto-...); de donde extrae las bases para construir esta propuesta, que se inicia con el el habitual, en este tipo de novelas, mapa del mundo imaginado en el que transcurre la acción (en este caso Nártega). Las andanzas de Meiveara captan rápido la atención por la adictiva narrativa que despliega en sintéticos capítulos, colmados de diálogos y breves descripciones para otorgar todo el protagonismo a los personajes, perfilados de forma efectiva. Aunque el argumento puede resultarnos común a otras propuestas (la asistencia a una "escuela" de magia ha sido base de emblemáticas narraciones a lo largo de la historia); lo cierto es que Sales nos lleva por originales senderos, ofreciendo una trabajada trama que fusiona romance (una apasionada historia amorosa entre la protagonista y Kian); y leyenda, con numerosas analogías a la vida en un instituto, apariciones de seres fantásticos y criaturas carismáticas, sistemas de magia propios, y un desenlace abierto que confirma el nacimiento de una nueva saga.
La mise en place que desarrolla la joven escritora destaca, especialmente, por un acertado worldbuilding que sorprenderá a los no iniciados en el terreno de la fantasía, quizá el género que más pasiones sigue despertando entre los adolescentes lectores desde hace unas décadas. Y no es casualidad, Marisol Sales lleva desde los doce años mostrando notable interés por la mitología, pasión que ha cristalizado en forma de interesantes proyectos como Seguir leyendo
Las cenizas del último fénix. La leyenda
–Meiv, ¿dónde estás? ¡Meiveara!
El agua ahogaba los gritos que me devolvían a la realidad. Los kuovas torcieron la cabeza con una expresión que me recordaba que no debía alterar a mi madre en su estado y me obligaron a salir a la superfi cie. Mi madre siempre se quejaba de que pasaba más tiempo con «las mujeres pájaros de agua» que con ella. Lo cierto es que las sirenas atrofi adas, llamadas kuovas, me transmitían algo de lo que ella siempre careció: tranquilidad.
–¡Estoy aquí! – Asomé la cabeza