Samuele y Margherita por fin están de vacaciones. Cargados de ilusión llegan a una casa en la montaña junto a su mascota, la gata Brina. Ella siempre ha vivido sometida a las normas de la que considera su "familia", y cree que la felicidad consiste en acatar sus órdenes y, a cambio, recibir cariño y atenciones. Pero en las primeras horas en contacto directo con la naturaleza conoce a Vespucci, un gato "libre" y salvaje, de instintos primarios y rebeldes, que convence a Brina para que escape de su ficticia realidad y comprenda, como él, que "están hechos para la vida salvaje, no para ser un adorno casero". Las regañinas y las limitaciones que le impone la pareja para asegurar que no se perderá (jaulas, correas...); convencen al animal para huir y experimentar nuevas sensaciones. La trama transcurre en un doble plano, por un lado a través de las travesuras que comete la pandilla en la que ingresa el minino (de su mano irá conociendo al peculiar y aparentemente pacífico vecindario, formado por los Steiner, los Masoletti o los Vernier, dueño de un perro que sufrirá, como todos, las gatunadas del clan, siempre alentadas por el malvado felino tuerto); y por otro, mediante las gestiones que el matrimonio realiza para tratar de localizar al michino, acciones que ayudan a comprender un poco más sus vaivenes emocionales y abre el tarro de los misterios (sobre todo por el extraño comportamiento de algunos de los residentes de la zona). La narración pone de manifiesto cómo las vivencias de la infancia, al igual que ocurre en el género humano, son decisivas a la hora configurar la personalidad como adultos. Algar entra de lleno en la edición de cómic, tras algunas propuestas anteriores en este lenguaje, con un fumetto definido en su estética final mediante procedimientos digitales, que los autores complementan con divertidos poemas y una colección de extras para apreciar el laborioso proceso que implica la creación de una novela gráfica, desde los primeros esbozos, láminas de prueba -que denotan la estética cercana al cine de animación que caracteriza esta obra-; guiones y primigenios bocetos a lápiz hasta el diseño de la cubierta final, todo ello aderezado por una conversación ficticia entre autor e ilustrador, emulando un chat de mensajería instantánea, con las explicaciones pertinentes en cada paso.

Samuele y Margherita por fin están de vacaciones. Cargados de ilusión llegan a una casa en la montaña junto a su mascota, la gata Brina. Ella siempre ha vivido sometida a las normas de la que considera su "familia", y cree que la felicidad consiste en acatar sus órdenes y, a cambio, recibir cariño y atenciones. Pero en las primeras horas en contacto directo con la naturaleza conoce a Vespucci, un gato "libre" y salvaje, de instintos primarios y rebeldes, que convence a Brina para que escape de su... Seguir leyendo