El hombre que se perdió a trozos
En el exterior de la taberna La Botella Verde había aparecido, un día ya lejano, tirado en el suelo, un oscuro y mugriento abrigo. Cualquiera que lo hubiera mirado con atención habría pensado que escondía algo inquietante, un misterio.
La raída prenda ya no conservaba el calor ni las huellas de aquél al que perteneció, a quien ni siquiera el detective Elipio Lipe se atrevía a recordar en público. “Hay recuerdos para enterrar y otros para tenerlos a la vista”, sentenciaba a veces.