La guerra de la bruja
Elena, acompañada tan sólo por el batir de las olas, permanecía de pie junto al borde del acantilado y contemplaba el mar azul. En el horizonte, el sol empezaba a salir coronando las lejanas islas del Archipiélago con halos rosados de niebla. Más cerca de la costa, un barco pesquero de un solo mástil luchaba contra la marea navegando entre las numerosas islas y arrecifes.