El sueño abre una puerta
El tintineo nervioso de los cascabeles hizo que los ánades que picoteaban los setos de la orilla del río emprendieran el vuelo. No se veían garzas, sólo patos salvajes de rápido aleteo que a los pocos momentos se convertían en puntitos inmóviles en el cielo azul del verano: un azul intenso hiriendo el corazón de las pupilas.